Hiato

Un pequeño descansito, nomás. Algunos creemos que lo merecemos, déjennos solazarnos en nuestro error y no nos despierten. Así como un tropezón no es caída, una vacación malhabida tampoco significa que dejamos de ser pobres (?) ni que aflojó nuestro compromiso blogueril… o lo que queda de él.

Nos leemos a fines de enero, pero a parar la oreja que escuché rumores sobre un blog en ciernes que revelará impactos periodísticos (?) varios que prometen rascar el bajo fondo de la cloaca de la humanidad sin pasaje de regreso. Será sin dudas una gran adición cabeza (de proa) a esta nueva era de periodismo amarillo 2.0 sin códigos, fuentes, dignidad, ni otro objetivo que no sea hacer rendir el AdSense de una puta vez (?).

Sin más, y para citar a ese prohombre de las letras que es Fontevecchia Jr.: hasta luego (?).

Por quién cantamos

“Hice muchos menos proselitismo que muchas bandas. No seguí el manual de instrucciones de cómo ser un buen rockero chabón. ¿Cómo es? Decir todo el tiempo que te parecés a tu público. Asegurarles todo el tiempo que te pasa lo mismo que a ellos. Cantar lo que quieren escuchar.

Es clientelismo político. Es una forma de asegurarte de que vuelvan a votarte en el próximo Obras o Luna Park.”

[Ivan Noble vs. Enrique Symns en una nueva/vieja Cerdos y Peces]

Soldati

“En esos terrenos del Parque hace años que hay olor a muerto. Se suelen encontrar algunos huesos y más de una vez hay que escapar del horror de los cadáveres. Varios dicen que sí: todos saben que allí descartan los fiambres chorros y yutas. Ese baldío, cementerio del fin del mundo, es el ‘espacio público’ que los hipócritas dicen defender.”

[fragmento de una carta de un docente de Soldati que circula por mail]

Huelgan mayores palabras. Mis menos sinceras congratulaciones para los “vecinos” de la ciudad que viven en una media y tuvieron la malísima idea de votar a Macri.

En las próximas elecciones (¿adelantadas?) vayan de paseo a algún shopping: seguro alguna de las 200 tarjetas con las que están endeudándose hasta el tuétano tiene algún descuento o promoción para cosas que jamás necesitarán pero son “divertidas” o cool.

No los vamos a extrañar. Les doy mi palabra.

El rock, un negocio sobre ruedas

“La ley no dice que en lugares privados, a cargo de empresarios privados, un discapacitado motriz pueda pagar sólo la mitad del costo de la entrada. En todo caso, su acompañante tiene que pagar la entrada completa.

(…) En uno de los shows de los Rolling en River, fijate lo que hacían los tipos: las entradas costaban entre 150 y 200 pesos, los chabones alquilaban las sillas de ruedas a 50 mangos en un local que quedaba cerca de la cancha y encima entraban gratis… ¡dos! El ‘lisiado’ y su ‘acompañante’. También había discapacitados que hacían su negocio: te cobraban a vos la mitad de la entrada para ir a un show en el que los tenías que acompañar empujando la silla, te hacían entrar gratis —bah, habías pagado la mitad— y después, al rato, se volvían a sus casas con la plata. ¡Te fijabas, y en River había como 50 mil discapacitados, y todos habían ido a ver el mismo show!

(…) En un show internacional en Obras había tres o cuatro con sillas, con palanquitas… Y un tipo, en el medio del pogo, se ponía de pie y en el quilombo se cambiaba la silla con otro. Y a muchos, debajo del culo, en la silla, les encontrábamos falopa para vender adentro del estadio. Muchos usaban al discapacitado —en realidad, el discapacitado se prestaba— para vender…”

[testimonio de un “Control” de Obras en Estadio Obras, el templo del rock, Gloria Guerrero, Sudamericana, 2010]

La contracultura condenada

“¿Que contracultura podés esperar de un rock condenado a festivales pagados por multinacionales? Con reproducir gestos vacíos no se llega a nada, hay que buscar en otros lugares, en lo micro, donde la gente tome algún tipo de riesgo artístico. Y no sólo los músicos sino también el público.”

[Alan Courtis, rockero librealbedrista (?), al Suple No]

La doble trampa de la industria musical

“Vivimos en una era de música hecha para gente a
la que no le gusta la música. Hace algún tiempo, la
industria discográfica descubrió que, en realidad, la
música no le gusta a tanta gente. Para muchos, la
música es molesta, o en el mejor de los casos inútil.
Descubrieron que si podían venderles música a muchas
de estas personas, iban a vender muchos más discos.”
T-Bone Burnett, músico y productor

El cambio de paradigma en la industria musical mundial ya no es noticia. La “revolución digital”, las ventas por Internet que proyectadas van camino a aniquilar a las formas de comercialización tradicionales, el modelo de descarga por tema y no por álbum… cada uno podrá completar el cuadro de situación a su gusto. Quien más o quien menos, todos nos hemos topado con algún texto periodístico-propagandístico sobre estas nuevas tendencias.

La adaptación de esta nueva realidad al medio local, sin embargo, todavía está en veremos. Más aún si nos circunscribimos al rock.

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