Cénit y ocaso

“Cuando empezó Rock & Pop, almorzábamos y cenábamos siempre en la casa de Daniel Grinbank. Y en aquel momento, Daniel decía que la cosa iba a cambiar el día que trajéramos a los Rolling Stones. Que te digan eso en el ’84 era ver a un líder carismático (…). Y un líder tiene que tener un punto utópico; si no, no es líder. La meta era traer a los Stones.

(…) Diez años después, en el festejo de los diez años de la Rock & Pop, están los Stones en Buenos Aires, traídos por Grinbank y apoyados por la radio. Después del quinto show, Daniel llama a su oficina a todos los que habíamos trabajado en eso en River, y nos dice: ‘Brindo por el ocaso de Rock & Pop, que empieza a partir de este momento’. Tardé años en darme cuenta de lo que estaba diciendo, pero fue así. (…) La radio había cumplido aquello para lo que había sido creada.”

Bobby Flores en la revista Los Inrockuptibles 171, julio de 2012

Un juguito para los oídos

“Creo que existen algunas eras, como la que vivimos actualmente, donde la cosa se inclina más hacia los productos que contienen música. Es algo parecido a esas bebidas baratas que uno encuentra en un mal supermercado, que dicen ‘Contiene un 10 % de jugo’.”

[Iggy Pop, en declaraciones levantadas por NME]

Impresiones sobre el muro, desde lejos

Ahora que la fiebre Water$ es pasado, ya no corremos riesgo de escupirle el asado con spoilers a ningún esforzado fan que juntó pesito por pesito o reventó la tarjeta para no quedarse sin su cachito de pared. Por eso, es momento de una reflexión sobre esta combinación de rock, industria cultural y estertor consumista que arrasó la ciudad en marzo.

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La era del re-gay (?)

A propósito de la veraniega nota de tapa de la RS de enero, y antes precisamente de que se termine el verano (?), hoy nos convoca el “fenómeno” del reggae nac&pop. Sabemos que vivimos en un país reactivado, en buena parte gracias a cosas tan copadas como la industria automotriz polucionante, las bicisendas, la minería a cielo abierto y el subte a $2,50, en ese orden (?). En este contexto, el reggae (o lo que llegó acá del género jamaiquino en los 80 con el aggionarmiento de rigor) vive su época dorada.

Hoy, si una cartelera muestra diez fechas de bandas, tres o cuatro son de reggae. Haciendo un paralelo con la historia de Haile Selassie en Etiopía, podría decirse que en Argentina hoy el reggae es el género rey en un panorama de muertos de hambre o en vías de serlo, de bandas que pagan —algunas pequeñas fortunas— por tocar, en una escena dominada por un puñado de productoras y con precios bien saladitos (al menos en la ciudad central).

Es que el reggae se ha constituido, de facto y a falta de algo más tangible, en la última renovación del llamado rock nacional. Hoy la industria ha unido a papá rock y a mamá reggae, como dice la letra de ese inexplicable rejunte de protozoos que es el Luisito Alfa (?), pero si rascamos la cáscara por debajo queda poco en común entre ambos.

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Nunca

– “¡No te mueras nunca, Flaco!”
– “Y… es difícil eso. Además, ¿si yo no me muero nunca, vos cómo vas a saber que yo no me morí?”

Ese fan que se coló en el relato de un show del Flaco Spinetta sabía lo que pedía. Finalmente nunca llegó, y es una mierda. Habrá que aprender a capearla como se pueda. Aunque por ahora, con todo este dolor a cuestas no se puede. Ni un poquito.

El rock estúpido

“En un momento se empezó a divulgar, sobre todo cuando el rock se industrializa en la segunda mitad de los ’70, que la letra se terminaba en el estudio, no importaba. Y la letra entró en una desvalorización que se reforzó diez años después con la llegada de la democracia, con la idea de ‘ya fue mucho bajón, es el tiempo de la fiesta’. Se canta ‘hay que hacer la cola, mueve tu cucu’. Con el menemato la letra no importó más, surgieron los corralitos literarios”.

[Gabo Ferro y su versión de la estupidización del rock, en la revista Veintitrés]