Pasto a las fieras

“Mientras (los jugadores argentinos) se dirigían al Monumental, en el césped desfilaban, con expresas indicaciones de no apoyar muy fuerte las botas, todas las bandas musicales de las Fuerzas Armadas. (…)

La obsesión por el estado del pasto no era una preocupación menor. De las tantas incapacidades organizativas del Mundial, sobresalía lo que había ocurrido con las canchas. (…) Personal del EAM había sugerido que se plantara césped de Irlanda, al que consideraban ‘el mejor del mundo’. La importación de semillas irlandesas fue otro pequeño negocio que terminó mal, al no preocuparse nadie en comparar las condiciones climáticas y ecológicas en las que se desarrollaba el césped en Europa con las de Argentina. (…)

Cansado y con el reloj en contra, el coronel Horacio Ballester, a cargo del sector logística del EAM, le preguntó al intendente de River cuál era el césped que habitualmente se usaba en Argentina y la respuesta fue ‘gramillón criollo’.

A semanas del inicio del Mundial, los rollos y panes de gramillón provenientes del Gran Buenos Aires se desplegaron sobre la tierra removida y, con un poco de suerte, el Monumental tuvo al menos césped con tonos amarillos. (…)

Días antes del partido final, los holandeses pasaron por el Campo Argentino de Polo y preguntaron qué era ese lugar tan bello y con el césped tan cuidado. Cuando los guías le respondieron, un jugador reflexionó: ‘Aquí en Argentina cuidan más a los caballos que a los futbolistas’.”

La vergüenza de todos, Pablo Llonto, pp. 239-240

Dirigentes, decencia y wines

“Cuando el deporte tiene que ventilar sus pleitos en la justicia, es porque el deporte está podrido. El deporte, por muy grandes que sean sus conflictos, siempre supo resolverlos como corresponde, en el juego propio de limpio juego propio. Si tiene que ir a la justicia para que se haga cumplir el juego limpio, es porque el deporte, mucho más que profesionalizado está prostituido. Desde luego que el origen de esta prostitución es el dinero.”

Dante Panzeri, Burguesía y gangsterismo en el deporte

Carrera de obstáculos

“Si algo obstaculiza la cercanía a la gente es el negocio periodístico, el amarillismo. (…) En Japón me hacía un tratamiento dental y tenía un puente que se me cayó. Yo entrenaba y desde la calle, a dos metros, se veía todo. Hicimos un trabajo táctico muy interesante que salió mal. ¿Y qué apareció al otro día en los medios? Mi boca desdentada. Entonces para qué quieren ver un entrenamiento. En vez de hablar de fútbol, (…) hablan de las joyas de Beckham, de la mujer de Beckham o del perfume que usan. ¡Si eso no le importa a nadie!”

[el Loco Bielsa, descargándose una vez más ante el periodismo chileno]

Instituciones

“En el excusario nacional de los argentinos se fundaron dos instituciones: el triunfo moral y la mala suerte, que unidas a la cancha barrosa y el referí nos robó el partido, nos permitieron sobrellevar (con todos los honores, todos para nosotros, jamás para los otros) una larga serie de frustraciones. Ésa es nuestra crisis fundamental, en todos los órdenes. No sabemos cómo ni qué somos masivamente. Sólo sabemos cómo nos llamamos.”

Dante Panzeri

[fuente: Alejandro Fabbri, Historias negras del fútbol argentino, pag. 164]

Cuestión de pelotas

— Página/12, 18.12.07 —

A partir de esta noticia, rastreamos la opinión especializada (?) de un comentador justiciero de LR! (?), quien aportó una nueva teoría para explicar La Masacre de Yokohama:

– “Nos perjudicó la pelota inteligente, la mayoría de nuestros jugadores no terminó la secundaria…”

Generalidades

En qué mierda irredenta se ha convertido el hincha de fútbol promedio. Y peor si es de “la popu”, si “te sigue a todas partes”. Si llega tres horas antes para putear al 9 de la reserva rival, que no sabe ni cómo se llama. Si cada perra vez que saca de arco el arquero del otro equipo participa del coro oligofrénico al estilo “Goooo… uuuh, ¡pooh-to!”. Ya no se puede ir a ver un partido y esperar una mínima dosis de no-barbarie (sé que civilización sería mucho, ya ni pido). Aguante el aguante.

Para ver míseros 90 minutos de un fútbol de dudosa calidad, los ingredientes 2007 son: comerte mínimo una hora de viaje para llegar, bancarte un operativo que es un chiste y te pasea por todos lados (para hacer una cuadra te hacen dar una vuelta de cinco, todo ante la atenta mirada de los autóctonos), los tres cacheos tan pero tan rigurosos que podés entrar hasta armas de guerra… ah, y que no vendan entradas en la cancha y las anticipadas salgan 14 mangos.

Si sigo así me voy a hacer adicto a la platea (no a los plateístas, atenti) y voy a terminar pensando que tienen razón los que me quieren codificar hasta el orto.