Unabomber VI – Fin de juego

Implotado por Ruizist! el 28.05.02 @ 13:01 | 2 comentarios
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Cronología de los ataques del Unabomber

[fuente: Cerdos y Peces n°50, marzo 1997]

22-6-1993. Residencia de un profesor de genética, Tiburon, California
El doctor Charles Epstein, genetista de la University of California, fue seriamente herido por una bomba enviada por correo desde Sacramento cuando intentaba abrir el paquete.

24-6-1993. Yale University, New Haven Connecticut
El doctor David Gelertner, especialista en computación, fue seriamente herido cuando explotó un paquete enviado a su oficina desde Sacramento con fecha 18 de junio.

10-12-1994. Residencia de un publicista en Aspen Drive, North Caldwell, New Jersey
Segundo homicidio. Thomas Mosser, vicepresidente y director general de Young & Rubicam murió instantáneamente al abrir un paquete del tamaño de un videocassette enviado desde el área de San Francisco con el nombre ficticio de un profesor de la San Francisco State University como remitente. Kaczynski aparentemente consiguió información vieja sobre Mosser ya que envió el paquete como si éste hubiera estado trabajando todavía en Burson-Marseteller.

24-4-1995. Oficinas de las Asociación Forestal de California, Sacramento
Tercer homicidio. El presidente de la Asociación, Gilbert P. Murray, murió en su oficina cuando abrió un paquete enviado a su predecesor William Dennison. El paquete fue enviado al mismo tiempo que las cartas al New York Times y a una de sus víctimas anteriores.

Theodore Kaczynski, condenado a cumplir cuatro condenas consecutivas a cadena perpetua, se encuentra recluido en una prisión de Colorado desde 1996. Pero la peor humillación, según él, fue el argumento de su abogado, que en vez de justificar “éticamente” sus acciones, trató de convencer al jurado que el caso se trataba de un esquizofrénico y paranoico.

Links:

Manifiesto del Unabomber (versión completa en castellano).
Unabomber timeline (via Unabombertrial.com)
The United States of America versus Theodore John Kaczynski (via Amazon)
Unabomber bibliography

Selección final de fragmentos del manifiesto del Unabomber:

151.- El colapso social que hoy vemos no es desde luego el resultado del simple azar. Sólo puede ser el resultado de las condiciones de vida que el sistema impone a la gente. (Hemos argumentado que la condición más importante es el colapso del proceso de poder). Si el sistema tiene éxito imponiendo suficiente control sobre el comportamiento humano para asegurar su propia supervivencia, se habrá pasado un momento crítico en la historia de la humanidad. Mientras antiguamente los límites de la resistencia humana han impuesto límites al desarrollo de las sociedades la sociedad tecnológico-industrial será capaz de traspasar esos límites modificando a los seres humanos, ya sea por métodos psicológicos, biológicos o por ambos. En el futuro, los sistemas sociales no estarán adaptados para ajustarse a las necesidades de los seres humanos. En cambio, los seres humanos estarán adaptados para ajustarse a las necesidades del sistema (…).

155.- Nuestra sociedad tiende a considerar como una «enfermedad» cualquier forma de pensamiento o comportamiento que es inconveniente, y esto es creíble porque cuando una persona no ajusta en el sistema se causa sufrimiento a ella misma así como problemas al sistema. De esta manera la manipulación de un individuo para ajustarlo se ve como una «cura» para una «enfermedad» y por tanto como buena.

2 comentarios »

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  1. Buenísimo material.

    Comentó Michel el 29.05.02 a las 12:38 am — #permalink

  2. Se oyen numerosas voces críticas que sostienen que la cultura tecnológica deshumaniza. Este movimiento actual en contra del progreso tecnológico y científico se conoce como neoludismo. El ludismo fue un movimiento que surgió en Gran Bretaña a comienzos de la industrialización, formado por grupos organizados de artesanos ingleses que durante 1811 y 1812 se amotinaron y destrozaron la maquinaria de la nueva industria textil que, consideraban, estaba acabando con su tradicional medio de vida. El ludismo recibe su nombre de un tal Ned Lud, quien en 1779 forzó la puerta de una casa y destrozó una máquina textil, convirtiéndose quizás en el primer tecnófobo.

    Y en la actualidad, Unabomber es la representación genuina de un ludita. El tal Unabomber, se llama en realidad Theodore Kaczynski, y es un intelectual brillante que durante la década de los 60 fue profesor de matemáticas de la Universidad de Berkeley, y que se retiró a los bosques de Montana a vivir durante 17 años como un ermitaño en una cabaña. Desde el anonimato, influido por la filosofía de Lewis Mumford, Unabomber escribió El Manifiesto Unabomber, que es un libelo, de estilo lacónico y severo, pero bien documentado, en contra del progreso tecnológico-industrial. A la postre, El Manifiesto Unabomber se ha convertido en un pequeño best-seller de la actual contracultura antiglobalizadora. Pero Unabomber no goza de buena reputación porque desde comienzos de los años setenta cometió atentados por medio de cartas bomba artesanales enviadas a diferentes personalidades institucionales y de multinacionales informáticas. Hoy Unabomber está en la cárcel.

    Con todo, los neoluditas del siglo XXI están en contra del progreso tecnológico y científico. Son los remanentes de una concepción del pensamiento humanista que todavía pervive en nuestra sociedad, y que se caracteriza por su actitud restauradora y nostálgica frente a lo que suele llamarse la intromisión del mundo técnico en la esfera de lo humano.

    Y la verdad, hay razones para creer en su causa. Por ejemplo, es un hecho que la ciencia y la tecnología de hoy se mueven en parte por claros objetivos de poder, como los mercantilistas, los políticos y los militares. Asimismo, todo indica a que el crecimiento incontrolado de las últimas décadas (el crecimiento por el crecimiento promovido por el capitalismo) incrementa el desorden y la entropía. Además, no es falsa la crítica de muchos tecnófobos que consideran que el vértigo, la velocidad y la transformación social que hoy día imprime el ritmo tecnológico incapacita al hombre moderno para tomarse tiempo para sí mismo. Como dijo el filósofo y escritor Miguel de Unamuno: “Sólo en soledad nos encontramos; y al encontrarnos encontramos en nosotros a todos nuestros hermanos”. Y como bien dice un proverbio anónimo: “Cierra los ojos y verás, haz silencio y escucharás”. En otras palabras, en la sociedad moderna, al mismo tiempo que se multiplican las fuentes de satisfacción individual, no cesa de debilitarse la consistencia e integridad de la persona, víctima de la tecnología y la masificación.

    Sea como fuere, en mi opinión, los fundamentalismos no son útiles para la sociedad, ni mucho menos concuerdan con la realidad. En efecto, si el Universo es borroso (contiene múltiples matices), requerimos pensamientos borrosos (multivalentes). En otras palabras, la tecnología, por sí misma, no es buena ni mala, sino su uso (no en vano, si se analiza en profundidad el bien y el mal nos encontramos con lo relativo del asunto). Por ejemplo, la tecnología en manos de un asesino puede quitar vidas, y salvarlas en manos de un buen cirujano. Por tanto, la tecnología debe concebirse como un proceso creativo y destructivo a la vez. Debe ser comprendida, más que admirada o rechazada. Prohibirla sería una insensatez porque el desarrollo científico y tecnológico es un producto genuino de la naturaleza humana. El hombre dotado de una inteligencia superior al resto de los habitantes del planeta, se ha visto permanentemente afectado por un llamado que nace de su interior y que lo obliga a descubrir y aventurarse mas allá de los límites que percibe a través de sus sentidos. Además, como dijo Bacon: “Se aprende más de la naturaleza cuando está sujeta a los ensayos e intervenciones impuestas en ella por las artes mecánicas que cuando se le permite seguir su propio curso”.

    Por todo ello, desde mi punto de vista, el reto de la sociedad del siglo XXI es transformar la tecnología en algo humano; personalizar la tecnología.

    De ahí que proponga una filosofía epistemológica que considere a la ciencia y a la tecnología como parte importante del saber filosófico. No en vano, la filosofía y la ciencia son saberes complementarios. La distinción de ambas disciplinas obedece a la enorme riqueza de la realidad, que no puede ser aprehendida mediante un único método de conocimiento. En mi opinión, en la actualidad vivimos una separación virtual entre las humanidades y las ciencias, lo que quizá constituya una de las raíces del malestar de la cultura moderna. La interacción entre ellas integraría una gran plataforma sobre la cual sería posible edificar la sociedad del milenio que empieza.

    Necesitamos, pues, una filosofía con argumentos realistas del saber. Argumentos objetivos, que aborden el contexto social de una ciencia que en realidad hoy es tecnociencia, pues ha dejado de ser pura para ser práctica (como por ejemplo la biotecnología, la física nuclear o la información y la comunicación). Argumentos útiles, que tengan en cuenta que esta tecnociencia no es sólo conocimiento, sino también transformación de la sociedad. Argumentos prácticos, que resalten que una sociedad sin tecnociencia es una sociedad ignorante, y que por tanto sería absurdo renunciar a su intervención. Argumentos ecuánimes, capaces de reconocer tanto las ventajas que al bienestar aporta el desarrollo tecnocientífico, como los inconvenientes que dicho cambio ocasiona. Argumentos reflexivos, que reconozcan el hecho de que la tecnociencia modifica la tradicional noción que tenemos de la vida y de nosotros como individuos. Argumentos, en definitiva, conscientes de que la tecnociencia nos presenta una manera importante de ver aspectos de la realidad, pero no nos da un sentido unificador de la misma.

    Comentó Alberto el 06.12.02 a las 7:32 pm — #permalink

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