Distintos tonos de púrpura

Siempre es un lujo que Deep Purple vuelva a pisar suelo argentino, en cualquiera de sus presentaciones: con disco nuevo, sin disco nuevo, con repertorio renovado, o para descerrajar la batería de clásicos y neoclásicos de siempre. Y esta vez no fue la excepción.

El último disco de estudio de la banda es “Rapture of the deep”, de 2005. Desde la edición de ese disco, visitaron Argentina ya cinco veces. Las primeras dos se podría decir que vinieron a presentar el álbum, concedido. Pero, ¿el resto? A decir verdad, se limitaron a repetir el mismo show una y otra vez, con variaciones mínimas en la lista de temas. Es decir, aprovecharon el hecho de ser locales en Buenos Aires para rutinizar una experiencia cuyo valor intrínseco consiste en ser compartida y vaciarla de buena parte de su sentido.

Pocas veces es posible escuchar en vivo un tema grabado hace 41 años… interpretado por la misma banda que lo registrara originalmente, aún con la salvedad de cambios de formación varios. Ese tema, “Hush”, puede actuar como resumen perfecto de este nuevo viaje púrpura a tierras argentas. ¿Qué mejor demostración de facultades que mechar un tema de 1968 con otro de 1984 y otro de 2005 para obtener la misma aprobación unánime por parte del público? ¿Hacen falta más pruebas para comprobar la vigencia de una banda?

Actualmente el grupo se encuentra en un hiato, en un compás de espera. También podría especularse con un bajón creativo. Paralelamente, la monstruosa cantidad de shows que han venido realizando por todo el mundo (el nombre de la gira que los trajo hasta aquí es justamente “Around the world live”, título también de su reciente DVD en vivo) ha empezado a pasarle factura a tipos cuyo promedio de edad, Morse y Airey mediante, bordea los 60 años. El vivo ya no es tan lucido como otras veces y las muecas de esfuerzo para que no se note el cansancio son difíciles de disimular.

Deep Purple es rock gourmet, una experiencia musical para entendidos. Hay pasajes palo y a la bolsa, claro. Después de todo estamos hablando de una señora banda de rock. Pero también hay pasajes enteramente instrumentales, segmentos dedicados a improvisaciones, espacios reservados para extensos solos de guitarra y teclado, y otros toques de distinción casi imperceptibles que sirven para renovar la piel de un repertorio cuyo núcleo duro consiste en temas que ya han soplado treinta y pico de velitas.

Purple en vivo siempre fue sinónimo de experimentación, de búsqueda. En algunos registros de los 70, con la batuta en manos de Blackmore y Lord como ladero fiel, las zapadas no bajaban de 20 minutos. Por lo general se conocía el principio pero el final era abierto, impredecible. Esta versión de Purple reserva un espacio para las improvisaciones, es cierto, pero lo hace de manera mecánica. Morse viene repitiendo su solo de guitarra en tres movimientos desde hace por lo menos cuatro años. Airey toca la misma secuencia de temas en su solo desde que se incorporó a la banda: Mr. Crowley, Adiós Nonino, los theme songs de Star Wars y un boogie woogie con el que preludia la intro de “Lazy”. En el aire queda flotando un tufillo inequívoco a piloto automático, la sensación de que la improvisación ahora es simplemente un simulacro, un eco de tiempos mejores.

No debe ser fácil hacer un show en Buenos Aires, al día siguiente otro en Córdoba y dos días después volver a la capital para cerrar la faena. Sin embargo, superada una media hora inicial que sirvió como precalentamiento, la banda puso segunda y se llevó puesto todo lo que se le puso por delante, incluido un Gillan con un rebelde resfrío y la voz a media asta. Esta vez las palmas se las lleva la onda y la capacidad de conducción de Roger Glover. Hoy por hoy queda claro que sin su liderazgo (no musical, sino en tanto referente y guía), la banda se hubiera extinguido hace ya mucho. Paice acompañó con gran solvencia pero sin deslumbrar, seguramente regulando a causa de la seguidilla de shows, y los encargados de los instrumentos armónicos volvieron a revelarse como dos virtuosos de pura cepa. Morse a puro shredding en los solos y con un banco de riffs en la cabeza, Airey con los dedos repartidos entre Hammond, sintetizadores, pianos y demases, prendido fuego y gozando de los favores de un volumen atronador, desmintiendo su cara de empleado bancario.

Hay que decirlo: el estado de la voz de Gillan no fue el mejor. La única oportunidad en que se lo vio tan mal fue la primera vez que vino al país como solista, en el 90. En realidad aquella vez fue bastante peor: había venido a presentar su disco “Naked thunder” y una inoportuna gripe había mancado gravemente su voz. Tuvo revancha dos años más tarde, cuando la gira de “Toolbox” lo mostró con la garganta funcionando a pleno nuevamente en Obras. Y en las últimas visitas de la banda había sido el más destacado, con una forma vocal que sorprendió hasta a los seguidores más acérrimos de la banda. Pero esta vez le costó dar la talla, aun cuando su profesionalismo esté fuera de toda discusión: nada de hacer cantar a la gente ni pedir palmas cuando la cosa venía cuesta arriba. El tipo se bancó los 90 y pico de minutos de show sin chistar, aunque seguramente para él fueron un parto.

Los inconformistas dirán que fue la visita menos lucida de Purple de todas las que vienen protagonizando desde 1997. También sería bueno poner en la balanza que un show promedio de la banda no baja de 8 puntos, y ostenta alturas inalcanzables para el resto de los mortales. Que escuchar una versión inmaculada de “Perfect strangers” compensa todos los gallos de Gillan en el resto de los temas. Que haber rescatado del olvido a “Sometimes I feel like screaming” fue un gran acierto. Que el riff de “Into the fire” sigue poniendo la piel de gallina 38 años después. Que ciertas cosas hay que vivirlas para entenderlas.

Fue la visita menos lucida de Purple de todas las que vienen protagonizando desde 1997. Quizás el problema es que ellos mismos han dejado el listón demasiado alto. Para colmo de males, deben competir con la imagen histórica que dejaron las visitas en solitario del propio Gillan y de otros ex miembros como Blackmore, Hughes y Coverdale (con Whitesnake). Y se sabe que el tiempo siempre agranda los mitos. Incluso el de Purple, a pesar de un presente que, al menos por lo visto y escuchado este domingo, luce algo desmejorado.

Lo mejor fue que, cuando todo había terminado y las gargantas estaban vacías de tanto corear el riff de “Black night”, Gillan se despidió hasta la próxima. “See you next time“, dijo. Más allá de los pormenores de este show, la mera promesa de una próxima vez para Deep Purple en Argentina fue motivo suficiente para irse del Luna Park con una sonrisa.

Playlist: Highway star – Things I never said – Into the fire – Strange kind of woman – Ted the Mechanic – Rapture of the deep – Contact lost – The well-dressed guitar – Steve Morse solo – Sometimes I feel like screaming – Lazy – The battle rages on – Don Airey solo – Perfect strangers – Space truckin’ – Smoke on the water – Hush – Black night