Cromañón y sus metadiscursos

Implotado por Ruizist! el 16.11.08 @ 19:42 | 6 comentarios
Temas recurrentes: Cromañón y después |

El affaire Cromañón, además de abrir muchas heridas que están lejos de cerrar, abrió de par en par las puertas de un mercado atractivo para muchos. Más allá de algunos ciclos de debates y otros colectivos sociales que no se inscriben en una lógica estricta de mercado, se publicaron varios libros y el tema parece lejos de agotarse, al menos mientras siga en el candelero un juicio que ya se anticipaba como kilométrico. Repasemos.

El pionero fue “Cromañón, la tragedia contada por 19 sobrevivientes“. Luego vino “Generación Cromañón“, editado por el colectivo La Vaca. Una de las obras más interesantes es “Relatos del Ave Fénix“, libro no exento de autocrítica escrito por un sobreviviente. Hace poco vio la luz “Callejeros en primera persona“, del que extrañamente la propia banda reniega. Como fenómenos paralelos, se pueden rescatar libros valiosos como “El rock perdido“, que habla de la cultura rock en Argentina a partir del fenómeno de Cromañón y “Cuando el arte ataque“, biografía de Omar Chabán.

Todo este corpus literario, diferencias y particularidades al margen, constituye un hecho positivo y debería fomentar una mayor comprensión de lo sucedido. Debería, decimos, porque como casi siempre se utiliza como tribuna para exponer mezquindades personales y visiones recortadas y notoriamente parciales de lo sucedido.

Hace poco me llamaron la atención dos nuevos textos sobre Cromañón. Uno es un libro de próxima aparición, “Pensar Cromañón“, compilado de una serie de charlas organizadas por los familiares de las víctimas. El otro, un informe con el poco feliz título de “No escondamos nuestras bengalas”, a cargo del colectivo Juguetes Perdidos.

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No quiero aventurar una opinión definitiva sobre un libro (“Pensar Cromañón”) que no salió y por lo tanto no tuve la oportunidad de leer, menos cuando en principio cuenta con testimonios de gente como Pablo Alabarces, y algunos periodistas especializados con conocimientos sobre este tema como Esteban Schmidt y Pablo Plotkin. Pero me permito dudar de la pertinencia para “pensar” el problema de los textos que trascendieron como adelantos hasta ahora como adelantos de la obra.

Al leer la introducción de este compilado de textos, me da la impresión de que todo es lo mismo. Se iguala para abajo (intelectualmente) y para arriba (en términos de impacto) y se ponen en un mismo plano desaparecidos, víctimas de atentados y 200 muertos en un recital. Son igual de malos Videla, Ibarra y Chabán. Se busca un hilo conductor entre dictaduras militares, atentados en el extranjero y un hecho policial con una conexión política real, pero absolutamente distinta y menos determinante. Lamentablemente, debo decir que este tipo de emparejamiento tramposo es la mejor manera de no pensar, de desviarse del tema central, de usar palabrería grandilocuente quizás para irse a dormir más tranquilo, pero difícilmente más cerca de algún tipo de verdad revelada.

El texto de Tomás Abraham adolece de la misma falta de carácter. Abraham te empieza a contar la historia por el final, vicio común en las críticas de cine y en aquellos que piensan que entendieron todo en cinco segundos y tienen 200 líneas para explicárselo a los que no entendieron nada. El fast food de una intelectualidad mal aplicada. Abraham se indigna porque el 30 de diciembre de 2004 el presidente estaba en Santa Cruz y no volvió, pide cabezas solapadamente como si cada hecho policial debiera ser materia de análisis prioritario de la cabeza del Ejecutivo. Pensando en frío y brevemente el tema, un modus operandi de ese tipo haría imposible cualquier forma de gobierno.

Abraham además dice que es mentira que con estos argumentos “se le haga al juego a la derecha”. Yo le respondería que ése no es verdaderamente el problema, que aquí se está hablando de otra cosa. Pero que si nos ponemos a hablar de ese tipo de implicancias, quien no quiera ver una relación directa entre el actual gobierno de derecha de Buenos Aires y la macabra utilización que se hizo de Cromañón en la Legislatura durante el juicio político a Ibarra, es miope o debería dedicarse a otra cosa.

La misma legislatura que hizo lo mismo que Ibarra (o sea, nada) para prevenir un desastre de estas características se arrogó los roles de juez y parte para sacar y poner muñecos en el Ejecutivo Municipal, con los resultados conocidos por todos. La única salvedad es que Abraham haya sido convocado para ocuparse únicamente de la faceta política del caso. Si no, la cantidad de graves omisiones que contiene su “análisis” remiten, nuevamente, a un concepto fast food de una justicia mediática y sin consecuencias reales para nadie más allá de una indignación pasajera.

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Por último, está el otro intento de increíble justificación post-facto, una especie de intelectualización del “aguante”. En “No escondamos nuestras bengalas” anida un discurso único. Los sobrevivientes (o los autores del texto, que no parecen precisamente jóvenes cuya principal actividad sea hacer pogo, tomar cervezas en la esquina y elegir medidas de bengalas) se erigen como la única voz autorizada. Y ya desde el principio advierten sobre su falta de voluntad de diálogo, abriendo frentes contra “los medios, los viejos chotos, los psicólogos, los especialistas”, ostentando orgullosos una actitud irreductible y beligerante sin precedentes en un caso donde las fronteras del asombro se expanden constantemente.

El texto propone como premisa fundamental el “salir a la calle”, “no quedarse en la cueva” y otros lugares comunes abundantemente transitados al tono. Quiere recuperar el espacio de la “esquina” y los demás símbolos del rock barrial. Y va más allá aún: se anima a reclamar al rock como propiedad exclusiva del “barrio”. En un párrafo se refiere a un “rock militante, como plan barrial”. Lo que debería ser obvio a esta altura es que a) no se puede definir al rock alegremente con cinco palabras, y b) el fracaso del rock como “plan barrial” es flagrante y doloroso, y de poco sirve salir a defenderlo con el febril argumento de que 200 muertos ponen la razón de tu lado. La estrechez de miras es tan grande que no se dan cuenta de que hoy “el barrio” es una variable de marketing más, y que se puede impostar para fabricar la ilusión de una banda de rock chabón artificial, integrada por músicos con origen en conservatorios y colegios privados.

Si la única “libertad” posible es juntarse a tomar cerveza en una esquina, hay algo que funciona muy mal. La cultura rock siempre tuvo su contenido de reviente y evasión, pero nunca (al menos en una construcción ideal) se trató solamente de eso. Lo que claramente se propone con “No escondamos nuestras bengalas” -ni falta hace que lo explique- es volver todo a fojas cero. El “barrio” no tiene la culpa, las bengalas no tienen la culpa, los que prendieron las bengalas (y a la vez cobran subsidios de ese Estado tan malo) tampoco. La culpa es del otro, los malos están del otro lado: el mercado, el negocio, el Estado, la sociedad. Los “viejos chotos” mencionados al principio. Es una forma de resistencia tan pueril e infantil que en vez de abogados creo que necesitarían psicopedagogos.

La falta de autocrítica y la deflexión constante de la culpa hacia el otro (o hacia la más hipócrita de las formas, la “culpa colectiva”) es la mejor manera de volver estéril cualquier debate, de neutralizar el efecto de un pensamiento declamado pero sin sustancia. Y de que todo siga igual. Igual de mal.

6 comentarios »

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  1. Mientras los libros salen a la venta, CJS sigue haciendo(en sus recitales), lo mismo que hacia Callejeros, NO CUIDAR A SU PUBLICO.

    Comentó adriana el 17.11.08 a las 2:15 am — #permalink

  2. Muy buen analisis, muy de acuerdo.

    Comentó Fernando_S el 17.11.08 a las 11:42 pm — #permalink

  3. A pesar que no crea que Chabán sea inocente del todo (creo que cometió una negligencia grave en cerrar una salida de emergencia), coincido en que el pensamiento “rollingo-cabeza” de tirar la bengala y después buscar el chivo expiatorio hace rato que debería estar refutado.

    Uno de los legisladores que actuó como “fiscal” en esa parodia de juicio político que se le hizo a Ibarra, casualmente fue el funcionario que habilitó Cromagnon en la época de De La Ruina: Jorge Enriquez. Encima, es un facho de mierda.

    Además que eso de olvidarse del descerebrado que tiró la bengala es como ir a coj** sin forro a un telo, dejar embarazada a tu novia y decir “la culpa fue del conserje del telo que no me obligó a usar forro cuando me garchaba a mi novia“.

    Con eso tampoco quiero decir que Ibarra sea una carmelita descalza, pero es obvio que se lo usó como chivo expiatorio: la policía y los bomberos también tuvieron su cuota de responsabilidad, y yo todavía no vi padres queriendo ir a linchar, putear y escrachar a Alberto Fernández

    Comentó Dark Tide el 19.11.08 a las 2:15 am — #permalink

  4. Cuando salió ese libro “El rock perdido”, me despertó mucho interés.
    Pasa que suelo seguir los títulos que publica esa editorial. Pero me imaginaba una suerte de historia del rock nacional, y sí, finalmente su decadencia a partir de la “futbolización”, cuyo aspecto mas visible fue Cromagnón.

    Pero cuando lo tuve entre mis manos, finalmente desistí de comprarlo, porque veía que solo hablaba de Cromagnón, Cromagnón y mas Cromagnón. Era obvio que ese tema de no iban a dejar de tocarlo, pero me desilusionó encontrar que sólo era otro periodista mas haciendo leña del árbol caído…

    Comentó Teodorico el 19.11.08 a las 3:29 pm — #permalink

  5. Mucho no coincido en cuanto a “Pensar Cromagñón”, Sé que fue un intento serio, organizado por uno de los familiares (Diego Rozendgart, docente de economía de la cátedra que pertenecía a Jozami) aún cuando por lo general no coincido con los invitados. El tipo trato de tener un criterio amplio, y los pensadores invitados fueron y pensaron lo que quisieron. Las personas que el invitó son las que su opción ideológica hace creíbles, u aquellos que le parecieron que podian aportar algo dada su trayectoria (Alabarces por caso) Por otro lado, nadie que yo sepa organizó otra cosa de éstas características, ni, cuando ésto ser realizó, desbordó de público ansioso por debatir.
    Por otro lado, con reparos, sí es valido coligar más no subsumir el hecho en una serie de hechos que fueron determinantes de nuestra “cultura material” actual.
    Sí la “democracia” tutelada que nos permitió tener el imperio luego de depurarla de rasgos “populistas” convenientemente con un gran plan de exterminio regional es condición (entre otras) de éste tipo de hechos.
    Cuando hablamos de responsabilidades nos gusta señalar quién tuvo más o menos culpa de acuerdo a un parecer del momento un tanto despreocupado. Antes de hacer ésto hay que tomarse el trabajo de estudiar las cosas en serio, empezando por una filosofía de la responsabilidad, que no es ninguna pavada.
    Esto no está, ni estuvo al margen del fútbol, el transporte público, los “accidentes” de tránsito, etc…
    Los que cobran subsidios del Estado tan malo no hacen más que reapropiarse de algo que les pertenece, el Estado no es tan malo, es pésimo, es, vos lo sabés bien, la cristalización de una serie de relaciones sociales que hacen a la defensa del privilegio y los privilegiados.
    Privilegiados que nunca corren tantos riesgos en materia de seguridad dada la magnitud económica de su derrotero cultural.

    Salud

    Comentó P e r r o n e g r O el 26.11.08 a las 7:19 pm — #permalink

  6. manga de ignorantes.por que mierda hablan sin saber.de que culpan a cjs? de hacer rock? se olvidan que ahi tambien murieron familiares de la banda? dejen de hablar en base a lo que leen en los diarios o lo que miran en la televicion.DEJEN DE HABLAR SIN SABER!! las bengalas eran y son parte de la cultura del rock lo que paso fue un accidente.si en vez de morir 194 personas morian solamente los familiares de los musicos que hubiera pasado? los seguirian culpando? es increible que un numero cambie todo.BASTA DE CULPAR A CALLEJEROS!! ELLOS TAMBIEN SON VICTIMAS

    Comentó jonathan napoli el 16.12.11 a las 5:07 pm — #permalink

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