Macartismo encuesteril (?)

Últimamente, y merced a los tiempos de campaña permanente que nos toca vivir, fui víctima de la inseguridad telefónica (?). Esto es, de varias encuestas mediante sistemas informatizados a las que uno se expone, sin comerla ni beberla, cuando decide atender la llamada de un número privado. Con la de hace un rato ya son tres las veces que me agarraron con la guardia baja y al pedo. Dos de las encuestas fueron a cuento de las elecciones, y la tercera acerca de otra cuestión que nada tiene que ver con el tema de este post.

Hace algunas semanas, el actual gobierno de la ciudad quería saber si estaba conforme con su gestión. Esperé hasta el final por la opción “sigan participando” pero no estaba incluida (?), así que la olvidé rápidamente. La experiencia de hoy, sin embargo, se hizo acreedora de este post por el increíble nivel de persecuta política de su cuestionario.

Parece que a los muchachos “del campo” les sobran unos cuantos mangos, y quieren pasar de la mesa de enlace a enlazarnos cual terneros (?) para que votemos su proyecto político en ciernes. Para eso, claro, encargan encuestas. El origen de esta última que debí padecer se reveló rápidamente; de las primeras diez preguntas, siete aludían al campo, las retenciones, la mesa de enlace, o consultaban acerca del peinado de Biolcatti o la actualidad odontológica (?) del paisano De Angeli.

Curiosamente, o no tanto, en la que sospecho encargada por el PRO y en la de hoy, el tono de la voz que salía del teléfono era de corte marcial, con una especial tendencia a los imperativos. De última podría decirse que soy un malpensado, y no se estaría tan lejos de la verdad (?). Pero el acabose (?) llegó promediando el extenso cuestionario, cuando en medio de una mordida de banquina fulera, las preguntas comenzaron a bordear lo ridículo.

Primero, se consultaba el voto de la última elección nacional, aunque con la sugestiva ausencia de algunos candidatos. Todo era Carrió, López Murphy, Rodríguez Saa, Sobisch (que no fue detectado ni por los radares de tan pocos votos que sacó), y gente de esa calaña. Luego, varias preguntas acerca del actual gobierno nacional. Más adelante, el primer dato preocupante: la consulta tenía que ver con el grado de simpatía por el gobierno chavista (!).

Algún rapto de sicampismo (?) del mercenario encuestador de turno, pensé. Vaya y pase. Sin embargo, el nivel de bizarrez fue en aumento una vez más. La pregunta de la discordia, que más que pregunta parecía una tesis doctoral, decía más o menos así: “¿Alguno de sus familiares está o estuvo relacionado con el campo o con alguna de sus industrias relacionadas? ¿Algún amigo o conocido tiene campo? ¿Algún amigo o conocido trabajó o trabaja en el campo, o tiene simpatía por el campo?“. Mientras escuchaba la pregunta, que duró más o menos un minuto gracias a la entonación prusiana y sin urgencias del locutor, no pude contener la carcajada. Sinceramente, estos cartoneos telefónicos desesperados de votos, adherencias o simpatías superan mi capacidad de asombro. Quién sabe, eso quizás ya sea un mérito en sí mismo. Les faltó preguntar si alguna vez había pisado una mata de pasto. Con ésa me hubieran cagado, lo admito (?).

Sigan llamando tranquilos, muchachos “del campo”. No los voy a votar ni bajo amenaza de que resucite Ulises Dumont y riegue de bosta campera las calles de Buenos Aires al comando del Torito. Pero los invito a seguir intentándolo. Si cambio de número telefónico les aviso; para cambiar de convicciones ideológicas y políticas creo que es demasiado tarde.