De turista en el Fest

Implotado por Ruizist! el 06.11.04 @ 11:31 | Sin comentarios
Temas recurrentes: Musiquero |

atenti al detalle del precio (abajo a la izquierda): $0.00

Luego de dudar, dubitar y hesitar acerca de si debía invertir o no casi 70 mangos en un festival de oferta musical variada pero que no se adaptaba demasiado a mis necesidades actuales (!), terminé pegando una entrada gratis a pocas horas del inicio del primer día. That’s life.

Debido a que los viernes no es uno de mis mejores momentos de la semana (arrastro despertares en el tierno horario de las 4 AM desde el lunes anterior), luego de una siestita con gusto a poco me levanté como pude y enfilé para el Club Ciudad de Buenos Aires. Llegué tarde y corriendo luego de padecer un tren con 20+ minutos de demora (thank you very much). Eran casi 20:30, pero el set de Jorge Drexler finalmente se atrasó media hora. Muy meticulosos para probar sonido los muchachos de la crew del uruguayo, eh… *muy*.

Técnicamente impecable, el vivo de Drexler es sin embargo un poco frío. Tomando nota de esto, el uruguayo empezó a arengar sutilmente (demagogia cero) al público, haciéndolo participar del show para ir calentando el ambiente de a poquito. Compuesto en su mayoría por temas de Eco y Sea, el set duró casi una hora y lo mejor estuvo en los últimos 20 minutos, cuando sonaron Tamborero, El pianista del gueto de Varsovia, el falso cierre con Todo se transforma y el bis de Sea. Antes habían pasado Eco (tema con el que abrieron), Crece, Guitarra y vos, Se va se va se fue y Deseo, entre otros.

De la polinacional banda de Drexler se destacaron Luciano Supervielle (no me atraen mucho los DJs pero este muchacho es un grosso, debo admitir: toca teclados, arregla, programa, hace scratching… completito) y un violinista que tocaba increíble. A la vez, dejaron bastante que desear los dos músicos españoles: un guitarrista apenas correcto y sin matices, y un batero tirando a malito. Es muy extraño que un músico uruguayo que cita constantemente sus raíces de candombe, como casi todos sus compatriotas, no tenga un batero y/o percusionista de su propia nacionalidad. Un humilde consejo desde aquí para Drexler: urge que este muchacho se vuelva a Barcelona y reemplazarlo por un botija de las calles de Montevideo.

Luego de un intervalo no tan largo (ya la cosa venía demorada), apareció Bebel Gilberto. La brasileña tardó mucho menos en ganarse a la monada, cosa que había conseguido ya al tercer tema. Había mucha más gente que en el show de Drexler: el efecto Pet Shop Boys fue poblando el Escenario 2 sin prisa pero sin pausa durante todo el set de Bebel. La banda de esta sensual portadora de un ilustre apellido es un lujo, hay que decirlo. Sobre todo el batero, que tiene un touch que debe haber adquirido luego de hacer un pacto con el diablo. Bebel canta muy lindo, mezclando el inglés y el portugués con naturalidad y sin prejuicios. Pese a no conocer ni un tema suyo, su bossa nova ambiental me terminó gustando bastante, aunque…

…por verla a Bebel (no me arrepiento, de todos modos) me perdí buena parte del que hasta aquí fue el show del año: el de la gloriosa PJ, Polly Jean Harvey. Había escuchado algunos temas sueltos de la niña, además del recomendable Is this desire?, pero el vivo de esta huesuda, narigona y hermosa muchacha es de temer. Por suerte pude enganchar la última media hora de su show, una orgía de guitarrazos, alaridos (nobleza obliga, Polly canta muy bien y mostró una voz en excelente forma) y acoples que se llevó las palmas en esta primera noche. El cierre con To bring you my love fue escalofriante, y dejó a todos -especialmente a mí- con ganas de más.

Un último párrafo dedicado al público asistente, perteneciente en su mayoría a una exasperante raza rubia de barrio especial ABC1. Tipo que, para los amigos. Tan tilinga era su celular estupidez (hablaban durante los temas, sacaban fotos y hasta hacían dudosas transmisiones en vivo de los shows alzando sus inmundos aparatejos) que daban ganas de dinamitarlos uno por uno. O de regalarles un compilado de MP3 con la discografía de Hermética a la salida.

En mi caso, el fin lo marcó la breve pero letal dosis de PJ Harvey. No tenía ganas de quedarme a ver a Primal Scream o a tomar Speed + vodka en alguna de las pistas punchis diseminadas por el predio a tal fin. Pese a que me costó encontrar la salida (de no haberme cruzado con un amigo en el camino, probablemente la seguiría buscando), rumbeé hacia Barrancas de Belgrano y di por terminada la velada.

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