Difícil resistir…

Nueva noche de viernes verde para ver a Los Natas. Cambio de escenario (del Teatro Empire pasaron al Lasalle, unas pocas cuadras de diferencia) y aumento en el precio de la entrada (de 7 mangos a 10), una novedad no demasiado graciosa para los neo-Nateros como yours truly.

Agarré empezado el show de la banda soporte, Doris, pero igual pude ver más de la mitad de su set. Hacen una especie de conscientemente atrasado pop new wave/post punk, con toques noise y algunas referencias el sonido de Manchester de la década pasada (sobre todo por parte del batero, que parece haber escuchado *demasiado* a su colega de Stone Roses). ¿Cuál es el punto en común entre Doris y Natas, entonces? El cuelgue, sin dudas. El nivel de experimentación de estos pibes roza en ocasiones el desdén por el público, pero generalmente -y por suerte- los temas terminan encaminándose. Créase o no hay una cierta lógica que, aunque resulta difícil de descifrar al principio, rige los destinos del sonido de Doris. Pese a que son músicos apenas correctos, todos saben cómo quieren sonar, aportando buenos arreglos y voces afinadas. No son precisamente my cup of tea, pero nada especialmente negativo puede decirse sobre ellos, que además contaron con el aval de un público muy respetuoso como el de Natas.

Del acto principal no puedo agregar mucho más de lo que ya sabemos. Solamente que este no me pareció su mejor show (arrancaron un poco fríos e incoordinados, además de tener algunos problemas de sonido a lo largo de todo el show, sobre todo por el lado de Sergio) pero igual… cuando se enchufan son una topadora.

Vale mencionar los highlights de siempre: el “invitado” en Tormenta Mental (piden que suba alguien del público a cantar y el tema se convierte en una caja de sorpresas), el bestial Patas de Elefante, donde la potencia de Waldo alcanza dimensiones sobrehumanas, y un pequeño bonus que hubo esta vez: en el bis, subió para adornar Corsario Negro un trompetista invitado, Ezequiel. Otros momentos altos del set: el doblete de apertura con los ominosos 2002 y Planeta Solitario, el muy pedido Humo de Marihuana, Traición en el arrocero, Meteoro 2028, la furibunda seguidilla de Tufi Meme y Ciudad de Brahman, Tomatito y uno de mis preferidos: El cono del encono.

Natas es rock y del bueno, de eso no cabe duda. Stoner rock, sí, pero en definitiva lo que importa (en mi humilde opinión) es que se trata de una banda que recupera cierta esencia rockera que se ha ido perdiendo con el tiempo. Un público respetuoso y amplio, una predisposición para escuchar en vez de intentar ser parte del espectáculo (algo que es una insufrible constante del público argento de rock en general), la combinación birra+faso+teatro=cero incidentes… un rock en un estado ideal, disfrutando de su pequeño pedacito de cielo. Todo discurre sin mayores complicaciones y de esa manera se puede disfrutar el doble la música, que es lo que en definitiva importa. Ah… y hablando de disfrutar el doble: la próxima fecha de Natas es en La Plata, haciendo doblete con Pez. Suena prometedor, ¿no?

Para cerrar, un párrafo aparte para los amargos del Teatro Lasalle. Primero, el lugar era una heladera: hacia casi la misma temperatura que afuera (la cosa andaba por los 0º C y no era demasiado simpática). Segundo, había gente de “seguridad” (?) por todos lados. Te pedían la misma entrada cuarenta veces: para entrar, para ir al pullman, cuando volvías del baño, etc. Tercero, te vendían cerveza en el hall de acceso al teatro (que era muy lindo, lástima los boludos que lo intentaban “cuidar”, usando métodos por lo menos dudosos) pero… no podías ir con el vaso hasta tu asiento. And last but not least… ¡no se podía fumar! Eso para el público de Natas equivale a ponerle soda al vino en presencia de Horacio Guarany. Por lo menos esta última fue una batalla (una de cuatro, al menos…) totalmente perdida por los androides de “seguridad”. Si bien durante el acto soporte y los intervalos pudieron controlar mínimamente el nivel de pitadas por minuto, apenas comenzado el acto principal empezaron a ser multitud las famosas nubes de ese humo difícil de resistir. ¡Y está bien!