Al palo es poco

Ayer fui a ver a la Bersuit en el Luna Park. No voy a caer en el fanatismo ciego de hacer un panegírico de la banda o del show; tampoco intentaré una descripción pseudo-antropológica de las tribus urbanas que dieron color al Luna. Simplemente quiero, bueno… queseyo… ¡quiero postear! (?)

Hablando del show propiamente dicho, en vivo Bersuit es irreprochable: están más ajustados que nunca y la inclusión permanente de los dos cantantes que acompañan a Gustavo Cordera (Daniel Suárez y Cóndor Sbarbatti, ambos ex-Resortes Antagónicos) terminó de redondear el sonido de la banda. Lejos quedaron aquellas épocas de los “Recitales a beneficio de Gustavo Cordera”, cuando elegían inmolarse en vivo presos de su propia espiral de destrucción. De hecho, los discos viejos de Bersuit parecen hechos por otra banda; aunque es cierto que algunos de los integrantes han cambiado, la nueva identidad del grupo quedó configurada luego de la aparición en escena de Gustavo Santaolalla, quien como admite el propio Cordera en un pasaje del disco en vivo de la banda, “tiene mucho que ver en esto”.

Actualmente la banda tiene 8 integrantes “oficiales” pero en escena son por lo menos 10 músicos permanentemente (tienen percusionistas y alguna gente que mete segundas guitarras y esas cosas). A todo este exceso instrumental, cada dos o tres canciones se suman invitados; la mayoría de las veces son más decorativos que otra cosa pero aportan al bardo escénico, lo que un show de rock nunca está de más. Ayer desfilaron por el escenario entre otros Ariel Prat, el cantante de La Mancha de Rolando -que no podía ni caminar de lo duro que estaba- y la murga uruguaya Los Balbis, que subió la temperatura de Negra murguera y Es importante de manera imponente.

Yendo a terrenos extramusicales, hay que decir que la Bersuit está atravesando un momento de popularidad inmenso pero complicado. No sé cómo habrá sido *realmente* la beatlemanía, pero esto se le parece bastante. La banda, más consciente que nadie de su presente y avisada de lo que podía pasar, eligió arrancar el show con Y no está solo…, que no es de los más conocidos del nuevo disco. La canción tiene más o menos 10 estrofas distintas, y no se repite ninguna de ellas a lo largo de los 6 minutos y pico que dura el tema, lo que en principio podía servir como antídoto para contener el griterío de la monada aunque sea un poco. ¿El resultado? La gente vociferó *toda* la letra con una precisión asfixiante, haciendo casi imposible escuchar a la banda tanto a lo largo de este tema como en los 5 ó 6 que siguieron.

Lo bueno es que este pico de euforia dionisíaca, tanto en números como en clamor popular, no puede durar. Va a caer por su propio peso, como ya ha pasado en innumerables casos. Quedarán los que verdaderamente los siguen desde el principio o los que logren identificarse con la banda trascendiendo esta coyuntura de bestial exposición mediática. Hoy, el protagonista de esta efímera y peligrosa comunión es sin duda alguna el Pelado Cordera: cada palabra suya es tomada como dogma y cada uno de sus movimientos o gestos es festejado como un gol en la final del Mundial. Pese a los denodados intentos (a veces, de tan denodados, groseros y evidentes como para poner en duda sus intenciones, que a pesar de todo parecen sinceras) del frontman para poner en un plano de igualdad a sus compañeros, la bestia se hace inmanejable y lo erige a él como líder indiscutido, no dejando lugar para segundas lecturas.

Volviendo al show, hay que destacar la tarea de Tito Verenzuela, primer guitarrista y uno de los compositores importantes que tiene el grupo -algo así como el Harrison de la Bersuit– junto con Juan Subirá (verdadero alma mater de la banda) y el propio Cordera. Verenzuela aporta algunos de los temas más valiosos del último disco, como Ades tiempo y Fisurar. Pero, cual Harrison argento inmerso en un Abbey Road de cabotaje (porque ése es el valor que tiene La argentinidad al palo dentro de la obra de la Bersuit, valga nuevamente la figura sin que se me enojen los fans de los Beatles), pudo anotarse sólo con tres o cuatro temas en un disco que tiene un total de 23.

La argentinidad…, pese a ser desparejo como todo album doble, tiene momentos de conmovedora belleza, y testimonia de manera fiel el momento de gracia que atraviesa la banda. Es una obra conceptual que tiene como temas recurrentes el exilio (“Quedarse es tan triste como irse/el que tiene una certeza sólo sabe equivocarse”; “Hoy sigo lavando copas/de gente mejor que yo/si puedo, bebo las sobras”), las miserias que trae aparejadas la degradación social y económica (Zi zi zi y la excelente Y no está solo…, que se vale de una retórica intrincada para aludir a la clase política argentina de los últimos años) y el omnipresente ser nacional del que, como dice Cordera en el video que antecede a la salida de la banda en los shows del Luna, “se ha descubierto con dolor que es importado”. La maníquea y excesivamente barroca La argentinidad al palo, Otra sudestada (dedicada durante el show a los inundados de Santa Fe) y El viento trae una copla son los temas-emblema de este intento de aprehensión del inasible significado de la argentinidad, que está presente a lo largo de todo el disco.

No sé cuánto pueda valer mi palabra, pero me sumo al consejo de Toro y recomiendo fervientemente tanto escuchar el disco con los sentidos atentos como ir a ver en vivo a la banda. Hoy la Bersuit, en ausencia de Los Redondos, es sin lugar a dudas la banda de rock nac & pop más trascendente, quizás compartiendo el trono con Los Piojos y La Renga. Hago esta salvedad aunque sinceramente no encuentro atractivo el trabajo de estas dos bandas, sí (y mucho, sobre todo luego del tremendo Hijos del Culo) la obra de la Bersuit. Y si no les gusta mi opinión… bueno, acá libro de quejas no hay… :-x