Viernes, birra, faso

Pequeña crónica de lo que viví junto a un amigo -también blogger– en el recital de Natas del viernes pasado.

Del acto principal no hay mucho para decir: en vivo son una aplanadora, son una de las bandas under que más gente están llevando y sus shows son una delicia para los stoners autóctonos. Los fans de Natas son el público de rock más educado que vi en mi vida. A veces con una actitud casi anti-rockera, en el buen sentido.

Todos quemando, sentaditos (el show fue en un teatro)… son casi pequeñas plantitas. Ni siquiera se apiñaban frente al único puesto que -dentro del teatro- vendía cerveza: hacían fila todos ordenaditos y faltaba que dijeran “no, por favor, pase Ud. primero”. Insólito… pero todo más que bien. Y lo de Natas, vale la pena reiterarlo, impecable. Waldo, el único batero frontman del rock argento, es una bestia indomable. Él solo vale el precio de la entrada.

The Guv’nor Vitico

Y un párrafo aparte (o varios) para Viticus, la banda soporte. Sinceramente fui dispuesto a no verlos y/o a verlos y defenestrarlos, pero una vez más los hechos me demostraron que estaba equivocado.

Lo de Vitico es muy digno: un tipo como él, con muchos galones dentro del rock nacional, no tiene problemas en ser soporte de una banda nueva como Natas y agradecerles públicamente “la oportunidad” (sic) de poder tocar con ellos.

La banda suena bien, ajustada; el rock previsible y cuadrado -aunque sin fisuras- que ejecutan se ve enriquecido por el aporte de ¡3! guitarristas. Uno rítmico y -lo que marca la diferencia- dos solistas, que se reparten entre punteos, double-stops y arreglos de guitarra slide. Ellos le dan un toque de distinción a la banda, con leves reminiscencias del primer Whitesnake, aquel de Bernie Marsden y Micky Moody.

Vitico, inteligente, planteó un show corto y directo a la yugular. Menos de 10 temas, como para satisfacer a los 20 belicosos fans de las primeras filas (y a la vez no irritar al resto, que definitivamente no habían ido a verlo a él), y para cerrar 3 hits inoxidables de Riff.

A todo esto, las caritas de los fans de Natas eran como para poner en un cuadro. Siempre desde el respeto, algunos quemaban sin cesar y miraban el escenario con expresión extrañada, como si se les hubiera trabado el control remoto de la TV en canal Volver. Aunque, justo es decirlo, hubo un par que salieron del letargo con los temas de Riff, revelando un saludable conocimiento de la historia del rock nacional.

En resumen, noche humeante y agradable. El rock no está muerto se’ores. Miles de adolescentes con las neuronas quemadas no pueden equivocarse (!).