The gelatto crisis

De visita por la Chicago argentina (de las últimas 4 veces que fui, 3 fueron por un casorio, como ésta… sign o’ the times) me tocó un finde calentito calentito. “Allá en el horno nos vamo’ a encontrar”, decía Discepolín, y algo de eso hubo.

Con un sábado y domingo calcinantes (más por lo inesperado que por la temperatura en sí: 27° y 30° en agosto no es cosa de todos los años), el general public se volcó masivamente a las heladerías. Que dieron abasto el primer día, sí. El segundo ya fue otro cantar.

Vi a hordas enfurecidas recorrer locales y más locales a la búsqueda de “Chocolate al rhum con M&Ms amarillos“. Los heladeros más osados hasta desconectaron el teléfono so pena de desafiliación del gremio, desbordados como estaban por los pedidos delivery. Y a lo último ya no eran los gustos “difíciles” los que escaseaban: no había NADA. Y el maldito sol que no aflojaba.

La gelatto crisis resultó en varias heladerías “fuera de servicio” (con la ridiculez que eso supone… es como que una pizzería no tenga pizza, evento que también me tocó vivir pero en pleno B.A.) y otras que ofrecían una suerte de mousse desangelado que hacía las veces de helado, al no respetarse los tiempos de elaboración del producto.

Mejor eso que nada, me decía mientras saboreaba un cacho de frutilla semi-defrosted. Pucha, que vale la pena estar vivo…