Vergüenzas del fútbol vernáculo

En la línea de “Grandes hitos del balompié” (en mundial@weblogs) o “Antología de grandes notas”, iniciamos hoy lo que será un pequeño racconto -sin pretensiones de listado exhaustivo- de hechos vergonzosos en la historia del fútbol argentino.

Para empezar elegimos un hecho reciente y poco conocido. Todos recordamos lo de Boca-Oriente Petrolero en aquel partido de Copa Libertadores en 1991, o la no menos penosa final del Mundial de 1930, con Uruguay ganando el título a patada limpia y con la policía dentro de la cancha. Sin embargo, el episodio que nos ocupa hoy es mucho más pequeño, hasta intrascendente comparado con aquéllos. Pero aún en su insignificancia, cumple con su objetivo: sirve para entender que la inmensa podredumbre que siempre rodeó al deporte profesional -principalmente al fútbol- sigue vigente en estos tiempos.

Sucedió hace meses nomás, el pasado torneo Clausura 2001/2002. El partido de la discordia fue Independiente 0 – Huracán 4, jugado un viernes bajo una lluvia torrencial. La diferencia de cuatro goles, que luego fue definitiva, era el resultado parcial alcanzado en los primeros cuarenta y cinco minutos de juego. Allí Huracán, de la mano de un Montenegro tocado por la gracia de los dioses y con la ayuda de su ladero “Lucho” González, había hecho morder el barro (ya no el polvo, porque llovía) a un desteñido Independiente que venía de mal en peor.

Como el asunto tenía olor a catástrofe, algunos directivos del club de Avellaneda decidieron tomar cartas en el asunto, no tanto por la derrota en sí (el partido ya estaba perdido a esa altura), sino para que las cosas no se le complicaran aún más al flamante técnico del club, Américo Gallego.

Así fue que ejecutaron un doble “operativo boicot”. Por un lado, dieron órdenes a uno de los jugadores más veteranos del plantel rojo, el “Avión” Ramírez, para que en el entretiempo fuera al vestuario visitante a pedir clemencia. Del otro lado lo esperaba otro samurai de mil batallas, el “Pelado” Moner, quien negoció la tregua concedida por los quemeros. La respuesta del lateral izquierdo de Huracán no admitía dobles lecturas: “Bueno, nosotros aflojamos, pero ustedes apenas pisan el área nuestra la tiran afuera”. Un apretón de manos selló el vergonzoso arreglo. Así las cosas, sólo restaba asistir a 45 minutos de un mero simulacro futbolístico. Pero la cosa no terminaría así.

Consumada la primera parte del plan, algunos directivos del club de Avellaneda -en otros tiempos autoproclamados como el orgullo nacional- repartieron órdenes precisas a algunos “hinchas caracterizados” (eufemismo para barrabravas) de su equipo: el partido no debía continuar bajo ninguna circunstancia. No sólo la goleada no iba a adquirir dimensiones históricas (hecho asegurado por la transa entre jugadores de ambos bandos), sino que los puntos se dirimirían en un escritorio de la AFA. Además, les aclararon: los insultos deben ser para los jugadores, no para el técnico. Los barrabravas rojos, vestidos de mansos corderos ante los dirigentes de Independiente, asintieron en silencio.

Así fue que, a poco de iniciado el complemento y sin ningún motivo aparente, los pocos hinchas de Independiente que habían resistido la lluvia (de agua y de goles) comenzaron a arrojarle elementos contundentes… ¡a su propio arquero! Pero no se trataba de piedras ni de ningún otro objeto de los que ya son moneda común en todas las canchas: ante la improvisación, los muchachos del rojo debieron conformarse con lanzar botellas de gaseosa rellenadas con agua. Pese a que el peligro hacia la integridad física de los jugadores era por lo menos dudoso, las botellas eran arrojadas hacia el campo de juego con tal volumen, potencia y dedicación que el árbitro del partido, Sergio Pezzota, no tuvo más remedio que suspenderlo.

Recién dos semanas después los puntos fueron concedidos, como correspondía, a Huracán. A Independiente no se lo sancionó económicamente ni con la suspensión de su cancha. Gallego pudo aflojar un poco la cuerda de su cuello y terminó el torneo manteniendo su cargo en el club. Actualmente el técnico maneja un plantel repleto de estrellas, que pelea simultáneamente por el campeonato y en la tabla de los descensos.

Has recorrido un largo camino, muchacho…